Reflexiones para tí.

Dale tu cruz a Cristo

Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 1 Corintios 2:2.

El sacerdote y genial autor católico Ramón Cue ha escrito, a mi juicio, una obra cumbre de la literatura religiosa, Mi Cristo roto. En ella, el autor juega con una fantasía que sirve para enseñar profundas lecciones espirituales. En un anticuario de Sevilla, compra un crucifijo que, lejos de estar impecable, se encuentra todo roto. El crucifijo (o Cristo, a través de él) le habla al sacerdote, lo interpela y lo arrincona espiritualmente de tal manera que el religioso se ve confrontado con las más durísimas a la vez que bellísimas lecciones espirituales.

Uno de los capítulos del libro se titula “Se ha perdido una cruz”, haciendo alusión a que el entrañable crucifijo solo tiene la imagen tallada y semidestruida de un Cristo, pero le falta su cruz. En su deseo de encontrar la cruz del crucifijo, el sacerdote pregunta a la gente si ha encontrado una cruz, para que su Cristo pueda descansar, pues, como dice: “Aguantar en la cruz sin cruz debe ser un doble tormento doloroso”.

Y la gente responde: “¿Que si hemos encontrado una cruz, una sola?” Y es que la humanidad carga con innumerables cruces: la cruz de las pérdidas, de la enfermedad, de las violaciones, de las torturas, de la pobreza, del rechazo, de la soledad, del vacío interior; la cruz del escepticismo, de la incredulidad; y, la peor, la cruz del pecado, de su culpa, degradación y condenación, que es, en definitiva, la que produce el resto de las cruces que con tanto dolor cargamos los seres humanos.

El autor, entonces, razona: “¿Y sabes, amigo, por qué a veces nuestra cruz resulta intolerable? ¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación y suicidio? Porque… nuestra cruz es una cruz sola, sin Cristo; solamente se la puede tolerar cuando lleva un Cristo entre sus brazos”.

Esto es todo lo que debe resolverse en tu vida, en relación con el sufrimiento y con cualquier otro tema trascendente de tu existencia: si vas a darle tu cruz a Cristo, y si vas a dejar que él repose en tu cruz. Todo lo demás es secundario.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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