¿Qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Romanos 4:3-5.

Pareciera que, para Dios, “fe” y “justicia” fuesen sinónimos. Si tú crees en Dios, si le crees a Dios, para él tú has hecho una obra de justicia. ¿Por qué será esto así? Porque el camino inverso de la rebelión, el pecado y el dolor es volver a confiar en Dios; creer en Dios, tener fe. Eso es todo lo que, inicialmente, Dios espera de ti. Si no confías en él, Dios no violentará tu personalidad y tu voluntad, y no podrá socorrerte.

Para reforzar su idea de la gratuidad de la justificación, Pablo apela a un argumento sencillo, extraído del mundo laboral: “al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda”. Cuando, luego de trabajar un mes entero durante más de ocho horas cada día, tu empleador te acredita tu sueldo en la cuenta bancaria, ¿lo hace porque es generoso, dadivoso, y piensa que, aunque no lo mereces, porque no hiciste nada en todo el mes, de todas formas por su pura misericordia quiere regalarte tu sueldo? ¡Por supuesto que no! Tú trabajaste, te esforzaste, obraste, y ahora en realidad tu empleador está en deuda contigo: te debe el sueldo. Te lo mereces por tus esfuerzos. Eres digno de tu sueldo.

Pero Pablo dice que la justificación, la salvación, no es una deuda que Dios tenga contigo, por haber “obrado” tu salvación (mediante la hipotética impecabilidad de tu conducta y tus grandes obras de bien), sino que te la otorga por pura gracia: es un regalo de su amor, de su misericordia, porque sabe que jamás podrías ser suficientemente justo y perfecto como para merecerla. Lo único que Dios espera de ti es que creas en él, que confíes en su amor y en la salvación que Jesús logró en la Cruz por ti. Tu fe, para Dios, es suficiente. Ahora sí, él puede empezar en tu vida el proceso de emanciparte del pecado y darte una vida nueva. No dejes de confiar en él: es lo mejor que te puede pasar en la vida.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido”
Por: Pablo Claverie






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